lunes, 31 de agosto de 2009

musica cristiana..



El abrazo de Dios


Una historia sobre el amor paternal de Dios que nos socorre en los tiempos difíciles


Un fuerte viento soplaba en una friolenta noche de marzo en las afueras de un pequeño hospital de Dallas, mientras el doctor entró en el cuarto donde se encontraba Diana Blessing. Ella aun estaba adormecida por la cirugía y su esposo David aguantaba su mano cuando el médico les comunicó el último informe de su recién nacida, la pequeña Danae Lu Blessing. La tarde del 10 de marzo de 1991, complicaciones habían forzado a Diana, con solo 24 semanas de embarazo (seis meses), a tener una cesárea de emergencia para que naciera Danae Lue, la nueva hija de la pareja.

La niña nació pesando solo una libra y nueve onzas y con solo 12 pulgadas de longitud. Los padres sabían que la niña estaba peligrosamente prematura, pero no estaban preparados para escuchar lo que la suave voz del medico estaba a punto de decir.

"No creo que podrá sobrevivir. Hay solo 10 % de posibilidad de que dure toda la noche y aunque sobreviva, su futuro será muy cruel. Nunca caminara o hablara. Posiblemente sea ciega. Será susceptible a enfermedades catastróficas como retardación mental".

"¡No, no, no!" era lo único que la madre podía decir. Ella al igual que su esposo David y su hijito Justin, de solo cinco años de edad, habían soñado por mucho tiempo en tener una hijita para así completar la familia con cuatro integrantes. Ahora en unas pocas horas, ese sueño estaba desapareciendo.

Durante las horas oscuras de la mañana, mientras la pequeña Danae Lue seguía luchando por vivir, su madre se dormía y despertaba pero con una creciente determinación no solo de que su pequeña hijita sobreviviría sino que seria una niña feliz y saludable. Sin embargo, David pensó que debía empezar a preparar a Diana para lo inevitable.

"Debemos empezar a hacer arreglos para el funeral," le decía el. Diana recuerda lo mucho que David intento convencerla pero ella rehusó escuchar y le respondía: "no, eso no va a ocurrir. No importa lo que los médicos digan. Danae no va a morir. ¡Un día estará bien y regresara a la casa con nosotros!".

Como si la determinación y voluntad de su madre se estuviera imponiendo, Danae se mantuvo sujeta a la vida hora tras hora a pesar de estar rodeada por máquinas médicas.

Cuando pasaron esos primeros largos días de vida en los cuales parecía que en cualquier momento Danae dejaría de respirar, una nueva agonía tomo lugar. Por tener un sistema nervioso tan frágil y subdesarrollado, el beso mas suave intensificaba la incomodidad de la pequeña así que ni siquiera los padres podían tenerla en sus brazos y ofrecerles de esa forma su amor y cariño. Todo lo que podían hacer mientras la pequeña yacía cubierta por rayos ultravioleta, tubos y cables, era orarle a Dios para que Él se mantuviera cerca de su pequeña. La niña siguió sobreviviendo aunque sin ninguna mejora drástica. También poco a poco fue aumentando de peso.

Al cumplir dos meses de vida, sus padres pudieron finalmente tomar a Danae en sus brazos por primera vez. Dos meses más tarde, a pesar que los médicos seguían pronosticando condiciones difíciles de vida para la pequeña Danae, ésta fue llevada a su casa con sus padres, tal como había su madre predicho.

Hoy, cinco años mas tarde, Danae es una chiquita batalladora con brillantes ojos grises y con un insaciable entusiasmo por vivir. Ella no tiene ni lo mas leves síntomas de su incierto e improbable nacimiento y lucha por sobrevivir. Tampoco hay síntoma alguno de impedimento físico o mental. Es todo lo que una pequeña de cinco años debe ser y mucho más. Pero este esta lejos de ser el fin de esta historia.

Una calurosa tarde en el verano de 1996, cerca de su casa en Irving, Texas, Danae estaba sentada en las piernas de su madre en las gradas de un terreno de béisbol donde Justin practicaba junto al resto de sus compañeros. Como siempre, Danae estaba hablando y sonriendo con su madre y algunos otros padres allí presente.

Estaba sentada cuando de repente dejo de hablar, cubrió su pecho con ambos bracitos y dijo: "¿Puedes oler eso?" Su madre al oler el aire y notar que se acercaba una tormenta respondió: "si, huele como lluvia." La pequeña cerro sus ojos y otra vez pregunto: "¿Puedes oler eso?" Nuevamente su madre respondió: "Si, creo que nos vamos a mojar, huele como lluvia." Aun en medio del momento, Danae meneo sus delgados hombros y sus pequeñas manos y dijo en alta voz, "no, huele como Él."

"Huele como Dios cuando tu recuestas tu pequeña cabeza en su pecho."

Lagrimas empañaron los ojos de Diana mientras su hijita corría a jugar con los otros niños justo antes de empezar a llover. Las palabras de su hijita confirmaban lo que Diana y todos los miembros de la familia sabían, por lo menos en sus corazones: "que durante esos largos días y noches de los dos primeros meses de la vida de Danae, cuando sus nervios eran muy sensitivos para ser tocados y sus padres ni siquiera podían tocarla o abrazarla, Dios estaba cargando a la pequeña en su pecho y es su amorosa aroma lo que ella recuerda tan bien".

Corazón abierto



Mañana en la mañana abriré tu corazón, - le explicó el cirujano a un niño-.

Y el niño interrumpió: Ud. encontrará allí a Jesús?

El cirujano se quedó mirándolo y continuó: Cortaré una pared de tu corazón para ver el daño completo.

- Pero cuando abra mi corazón, encontrará a Jesús ahí?? - volvió a interrumpir el niño.

El cirujano se volvió hacia los padres del niño, quienes estaban sentados tranquilamente.

Cuando haya visto el daño que hay alli, planearemos lo que sigue, ya con tu corazón abierto.

Pero, usted encontrará a Jesús en mi corazón?, mi padre dice que vive allí.

El cirujano pensó que era suficiente y le explicó: Te diré qué encontraré en tu corazón: Encontraré músculos dañados, baja respuesta de glóbulos rojos y debilidad en las paredes y vasos. Una vez que te haya abierto y visto tu corazón, me daré cuenta si te podemos ayudar o no.

Pero, encontrará a Jesús ahi también? Es su hogar, el vive allí, siempre está conmigo.

El cirujano no toleró más los insistentes comentarios y se fué.

En seguida se sentó en su oficina y procedió a grabar sus estudios previos a la cirugía: Aorta dañada, vena pulmonar deteriorada, degeneración muscular cardiaca masiva. Sin posibilidades de transplante, dificilmente curable. Terapia: analgésicos y reposo absoluto. Pronóstico: tomó una pausa y en tono triste dijo: muerte dentro del primer año.

Entonces detuvo la grabadora. Pero, tengo algo más que decir: Por qué?? -preguntó en voz alta-, Por qué le hiciste esto a él?

Tú lo pusiste aquí, tu lo pusiste en este dolor y lo has sentenciado a una muerte temprana. Por qué?

De pronto Dios le contesto:

El niño, mi oveja ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es parte del mío y conmigo estará toda la eternidad. Aquí en el cielo, en mi rebaño sagrado, ya no tendrá ningún dolor, será confortado de una manera inimaginable para tí o para cualquiera. Sus padres un día se unirán con él, conocerán la paz y la armonía juntos, en mi reino y mi rebaño sagrado continuará creciendo.

El cirujano comenzó a llorar terriblemente, pero sintió aun más rencor, no entendía las razones. Y replicó: Tú creaste a este muchacho y también su corazón, para qué? para que muera dentro de unos meses??

-El Señor le respondió: Porque es tiempo de que regrese a su rebaño. Su tarea en la tierra ya la cumplió. Hace unos años envié a una oveja mía con dones de doctor para que ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su creador. Así que envié a mi otra oveja, el niño enfermo, no para perderlo sino para que regresara a mi aquella oveja perdida hace tanto tiempo.

El cirujano lloró y lloró inconsolablemente.

Días después, luego de practicar la cirugía, el doctor se sentó a un lado de la cama del niño, mientras que sus padres lo hicieron frente al médico.

El niño despertó y murmurando rápidamente preguntó:

- Abrió mi corazón?-

- Sí, -dijo el cirujano-

- Que encontró -preguntó el niño-

- Tenías razón, encontré allí a Jesús.

El operador del puente

Había una vez un puente que atravesaba un gran río. Durante la mayor parte del día, el puente permanecía con ambos carriles en posición vertical de manera que los barcos pudiesen navegar libremente por río. Pero a determinada hora, los carriles bajaban colocándose en forma horizontal a fin de que algunos trenes pudiesen cruzar el río.

Un hombre era el encargado de operar los controles del puente, y lo hacía desde una pequeña choza que estaba ubicada al lado del río. Una noche, el operador estaba esperando el último tren para activar los controles y poner al puente en posición horizontal; vio a lo lejos las luces del tren y esperó hasta que estuviese a una distancia prudente para bajar los carriles del puente. Cuando advirtió la cercanía del tren, se dirigió a la cabina de control donde horrorizado descubrió que los controles no funcionaban correctamente y que el seguro que sujetaba la unión entre los carriles ya colocados en forma horizontal se malogró.

Existía el peligro de que con el peso del tren, el puente que no podría mantenerse firme pues los carriles tambalearían, ocasione que el tren se estrelle directamente en el río.

El tren de la noche trae muchos pasajeros abordo por lo que muchas personas perecerían inmediatamente en el accidente. Habría que hacer algo. El operador abandonó rápidamente la cabina de control, cruzó el puente para dirigirse al otro lado del río donde había un interruptor para accionar una palanca manualmente la cual sostendría los dos carriles del puente. El operador tendría que bajar la palanca y tenerla en dicha posición con mucha fuerza hasta que el tren cruce el puente. Muchas vidas dependían de la fuerza de este hombre.

Fue entonces cuando escuchó un sonido que provenía muy cerca de la cabina de controles y que hizo que se le helara la sangre. "Papi, ¿donde estás?", escuchó repetidas veces. Su hijo de tan sólo cuatro años de edad estaba cruzando el puente para buscarlo. Su primer impulso fue gritar "corre, corre" pero se dio cuenta que las diminutas piernas de su pequeño jamás podrían cruzar el puente antes de que el tren llegase. El operador casi suelta la palanca para correr tras su hijo y ponerlo a salvo, pero comprende que no tendría suficiente tiempo para regresar y sostener la palanca. Tenía que tomar una decisión: o la vida de su hijo o la vida de todas aquellas personas que estaban al borde del tren. La velocidad con que venía el tren evitó que los miles de pasajeros que venían abordo se diesen cuenten del diminuto cuerpo de un niño que había sido golpeado y arrojado al río por el tren. Tampoco fueron conscientes de los sollozos y dolor de un hombre, aferrándose todavía a la palanca a pesar que el tren ya había cruzado y no era necesario que él estuviese ahí. Ni mucho menos vieron a ese hombre deambulando por el puente en dirección a su casa a decirle a su esposa como es que su único hijo había muerte brutalmente.

Ahora tu puedes comprender lo que le pasó al corazón de este hombre. Puedes comprender los sentimientos y el dolor de nuestro Padre del Cielo cuando sacrificó a su Hijo para construir ese puente que nos permitiese a todos sus hijos en la tierra obtener la vida eterna.

¿Cómo se sentirá Dios en el cielo cuando ve como nosotros corremos por la vida sin tener en cuenta el gran sacrificio de amor que Él hizo al enviarnos a su único Hijo para que muera por nuestra salvación?